Los (nuevos) desafíos fiscales
Rodrigo Aravena González Economista Jefe Banco de Chile
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Rodrigo Aravena
La discusión sobre el valor real del déficit fiscal estructural en Chile, luego de las diferencias entre el gobierno anterior y el Consejo Fiscal Asesor (CFA), no puede pasar inadvertida. Si bien es muy preocupante la brecha de 0,4% del PIB (entre el 1,7% anunciado por Hacienda vs. el 2,1% del CFA), creo que hay otros elementos, incluso más relevantes, que requieren ser considerados e internalizados desde ya en las discusiones de políticas públicas.
Es fundamental partir de un diagnóstico realista, donde prácticamente no hay espacio para discusión: el déficit estructural de 2,1% del PIB deja en evidencia que el deterioro fiscal ha sido mayor a lo esperado, lo cual pone la pista aún más pesada de lo que ya estaba, para alcanzar una consolidación fiscal. Este déficit lo que realmente nos está indicando es que en una situación de equilibrio, es decir, con una economía creciendo a su nivel potencial y precios del cobre de largo plazo, el gobierno no sería capaz de autofinanciar alrededor de US$ 5.200 millones. En otras palabras, considerando el actual nivel de gasto y sin compromisos adicionales (lo cual en sí en un desafío), el país tendría que aumentar su nivel de deuda al menos en dicho valor por año. Esto implicaría, por ejemplo, que el FEES (fondo soberano cuyo fin es cubrir déficit fiscales cíclicos) se podría agotar en sólo tres años, o bien que la deuda en sólo un par de años suba del 30% del PIB. Esto deja en evidencia que se requiere un esfuerzo fiscal en el futuro, con el fin de evitar una sucesión de recortes en la clasificación crediticia.
Esta situación también nos ofrece la posibilidad de aprender del pasado y realizar ajustes en las políticas públicas del futuro. Menciono esto porque el deterioro fiscal dista mucho de los objetivos que se plantearon en la reforma tributaria del 2014, donde una de sus principales justificaciones era eliminar el déficit fiscal. Es más, el informe de finanzas públicas publicado en dicho entonces, asumía que la economía crecería 4,4% en 2017, con un balance estructural que caería a cero en 2018. Los datos, en contraposición, muestran que el país terminó con impuestos más altos, menos crecimiento y un mayor déficit fiscal. Esto nos debiera indicar que se debe tener más cuidado al plantear relaciones tan lineales entre estrategias de consolidación fiscal con alzas de impuestos.
Adicionalmente, hay espacio para plantear mejoras tanto a la regla fiscal como al rol del déficit estructural como guía exclusiva de las decisiones de gasto. Debemos recordar que una de las razones de contar con un déficit ajustado cíclicamente es tener un balance equilibrado en el largo plazo, que resulte de déficits en períodos negativos y superávits en ciclos positivos. Pero el deterioro persistente del déficit, especialmente los últimos años, confirma que los resultados distan mucho de lo deseado por una regla de este tipo.
Finalmente, creo que debemos poner sobre la mesa el rol fundamental que cumple el Consejo Fiscal Asesor, el cual fue determinante para la existencia de esta discusión. Como punto de partida, se debe reconocer el aporte que este cuerpo colegiado, de carácter técnico, ha tenido sobre la política fiscal del país. Sin embargo, creo que sería interesante ver de qué manera se puede avanzar aún más en materia de autonomía e influencia que pueda ejercer esta instancia, lo cual, sin duda, podría fortalecer aún más el esquema de política fiscal que tenemos en el país.
Es evidente que uno de los principales desafíos es la consolidación de las finanzas públicas, lo cual requiere esfuerzos adicionales que permitan reducir el déficit y estabilizar la deuda. No es una tarea fácil y requiere medidas en diversos ámbitos, como la búsqueda permanente de mayores niveles de eficiencia en el uso de los recursos fiscales y la promoción de políticas que promuevan la recuperación en la capacidad de crecimiento, donde la inversión y productividad juegan un rol fundamental. En este contexto, es determinante que la discusión de cambios tributarios, con enfoque técnico y una mirada integral de toda la economía (que considere el impacto en el crecimiento de largo plazo) tiene que estar más presente que nunca. Por el momento, no cabe duda que el ajuste de gasto recientemente anunciado, más allá del monto y la composición, va en la dirección correcta.